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La brecha entre continentes del Mundial de Clubes de la FIFA

El 10 a 0 del Bayern Munich al Auckland deja entrever una desigualdad entre equipos y continentes que puede repetirse a lo largo del nuevo Mundial de Clubes de la FIFA ¿Ha pasado esto siempre? ¿Se ha acentuado con los años? Lo analizamos.

La constante europea

El fútbol es, por excelencia, el deporte donde los pronósticos suelen fallar. Sin embargo, hay una excepción clara: el Mundial de Clubes. Entre 2013 y 2023, los equipos europeos conquistaron 11 títulos consecutivos, cifra que asciende a 12 si se incluye la Copa Intercontinental de la FIFA disputada en diciembre de 2024 y ganada por el Real Madrid. El nuevo formato del torneo, que arrancó este sábado en Estados Unidos, no hace más que reforzar el amplio favoritismo de los gigantes de la Champions League. No obstante, hubo una época —primero en blanco y negro, luego en los albores del nuevo milenio— en la que América lograba imponerse a Europa.

“Jugué cuatro Copas Intercontinentales. Gané dos y perdí dos”, rememora Francisco «Pancho» Sá en EL PAÍS, hoy con 79 años, el futbolista con más títulos de Copa Libertadores: seis en total, cuatro con Independiente y dos con Boca Juniors, todos en la década del 70. “Con Independiente disputé tres finales del mundo: perdimos con Ajax en 1972, le ganamos a Juventus en 1973 y volvimos a caer ante Atlético de Madrid en 1974. Después, con Boca, vencimos al Borussia Mönchengladbach en 1978”, detalla el ex defensor.

Aquella paridad que vivió Sá era la norma entre 1960 y 1979, cuando la Copa Intercontinental se jugaba en partidos de ida y vuelta entre los campeones de la Libertadores y la Copa de Europa. En esas primeras 18 ediciones, los equipos sudamericanos lograron una leve ventaja: 10 triunfos —de clubes argentinos, uruguayos, brasileños y paraguayos— contra 8 derrotas. “El formato era muy distinto. Incluso (Johan) Cruyff viajó a Buenos Aires para enfrentar a Independiente en 1972. Fue su única vez en Argentina, y creo que en toda Sudamérica”, señala Sá, quien hoy trabaja como cazatalentos en las divisiones juveniles de Independiente.

En ese partido, Cruyff marcó un gol a los 5 minutos, pero tuvo que salir a los 25 por una fuerte infracción que le dejó el tobillo inflamado. Tras el 1-1 en Buenos Aires, el Ajax ganó 4-0 en la revancha. Aunque fue campeón europeo también en 1973, el club neerlandés se negó a regresar a Argentina para disputar la edición siguiente de la Intercontinental, donde habría tenido que enfrentar nuevamente a Independiente.

La revolución esperada

La falta de incentivos económicos —y quizás también deportivos, dado el desinterés de Europa por competir fuera de su continente—, sumada a la violencia que rodeaba a muchas finales jugadas en Sudamérica, alejaba a los europeos. En 1969, por ejemplo, tras una durísima serie entre Estudiantes de La Plata y el Milan —considerada aún hoy como la más violenta del fútbol rioplatense—, tres jugadores argentinos terminaron con 30 días de cárcel en Buenos Aires.

Cuando los campeones europeos no acudían, se recurría a los subcampeones como solución de emergencia. Así ocurrió por primera vez en 1971, cuando Ajax cedió su lugar a Panathinaikos, que fue vencido por Nacional de Uruguay. “Los europeos no querían venir. Decían que era peligroso. En 1973, Juventus aceptó jugar un solo partido en Italia. No nos quedó otra, fuimos igual… y les ganamos”, recuerda Sá, pilar del Independiente que conquistó cuatro Libertadores seguidas entre 1972 y 1976.

El Bayern Múnich tricampeón de Europa entre 1974 y 1976 también evitó la Intercontinental dos años seguidos. En 1974 fue reemplazado por Atlético de Madrid, que venció a Independiente. En 1975 no se disputó la final. Solo en 1976, estrellas como Beckenbauer, Rummenigge y Gerd Müller viajaron a Brasil para enfrentar a Cruzeiro, considerado un rival más “accesible” que los uruguayos o argentinos. Aun así, el formato ya daba señales de agotamiento: Liverpool, campeón en 1977 y 1978, se ausentó en ambas ocasiones; solo en la primera fue reemplazado por el Borussia Mönchengladbach.

“Para entonces ya estaba en Boca. Empatamos en Buenos Aires y ganamos allá. Los partidos eran parejos, todavía se podía competir… salvo contra el Ajax, que era casi la Naranja Mecánica”, dice Sá. En 1979, tras una final sin atractivo entre Olimpia de Paraguay y Malmö de Suecia —con apenas 5.000 asistentes en Europa—, el formato de ida y vuelta desapareció.

A partir de 1980 y durante 25 años, la Intercontinental se jugó en Japón, en sede neutral. Los campeones europeos ya no se ausentaban, aunque el balance final fue ligeramente favorable a los sudamericanos: 22 victorias contra 21 derrotas entre 1960 y 2004. El punto de quiebre fue la Ley Bosman, aprobada en 1995, que permitió a los clubes europeos contratar libremente jugadores comunitarios sin ocupar plazas de extranjeros. Hasta entonces, los equipos sudamericanos habían ganado 10 de las 15 finales en Japón.

Pero a partir de allí todo cambió: en 1995, Ajax llevó dos extranjeros; en 1996, Juventus, cuatro; y en 1998, Real Madrid alineó a siete. Todos salieron campeones. La supremacía europea se fue consolidando con equipos multiculturales —con figuras de Europa, Sudamérica, África y Asia— frente a clubes sudamericanos con planteles mayoritariamente locales. En 2019, por ejemplo, Liverpool derrotó a Flamengo con un gol de un brasileño: Roberto Firmino.

Una de las contadas excepciones fue la victoria de Boca sobre el Real Madrid en el año 2000. Cristian Traverso, mediocampista de aquel equipo, recuerda: “Era el Madrid de Del Bosque, lleno de estrellas. Pero fuimos a pelearla. Nos preparamos como grupo, llegamos una semana antes a Japón para aclimatarnos, y ellos llegaron sobre la hora. Los sorprendimos de entrada y nos pusimos 2-0. Después descontaron, pero no les alcanzó”.

Traverso también desestima la idea de que a los europeos no les importa el Mundial de Clubes: “Muchos creen eso, pero en la cancha se nota otra cosa. Si hubieran estado ese día, habrían visto cómo se gritaban entre ellos intentando dar vuelta el partido”, dice el ahora analista en TyC Sports.

Hoy, el torneo parece una formalidad: Europa acumula 11 títulos seguidos. De las últimas 17 ediciones, solo una fue para Sudamérica, en 2012, cuando Corinthians derrotó al Chelsea con gol de Paolo Guerrero. Uno de sus compañeros, el argentino Juan Manuel Martínez, lo rememora así: “Desde que terminó el torneo en Brasil, cambiamos el chip. Todos —jugadores, dirigentes, cuerpo técnico— estábamos convencidos de que íbamos a ganar”.

Aunque Argentina y Brasil siguen siendo potencias en selecciones, ya no se espera que sus clubes puedan quebrar la hegemonía europea en el Mundial de Clubes. Flamengo, Fluminense, Botafogo, Palmeiras, River y Boca, junto a Monterrey, Pachuca, Inter Miami y Los Ángeles FC, parecen lejos de esa posibilidad.

“La diferencia se hizo enorme”, reflexiona Traverso. “Antes había paridad, incluso Estudiantes le hizo partido al Barcelona de Messi y Guardiola. Pero ahora ellos se llevan a nuestros mejores jugadores muy jóvenes. Nosotros necesitamos vender, ellos pueden comprar. La brecha se agranda”.

Sá coincide: “No sé si es imposible, pero hoy los mejores talentos se van enseguida. Antes jugaron toda su carrera acá. Hoy, un chico como Mastantuono, con solo 17 años, ya se fue de River al Real Madrid”.

“Jamás pensé que la del Corinthians sería la última victoria sudamericana contra un europeo”, cierra Martínez. “Me enorgullece, claro, pero me gustaría que algún día vuelva a repetirse. Aunque el torneo se juega en América, parece hecho para celebrar a Europa”.

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