El FC Barcelona ha extendido su vínculo con Nike hasta 2038, tras una negociación que pasó de un seguimiento detallado al estancamiento cuando solo faltaba la firma final. En el anuncio oficial, ambas partes describen esta alianza como «un nuevo modelo de asociación estratégica colaborativa». Desde el inicio, parecía que el club y la marca estaban destinados a entenderse, aunque en los primeros meses de 2024, la ruptura pareció una posibilidad real. Puma se perfiló como un fuerte candidato, New Balance hizo su oferta, y se llegó a considerar una opción tan compleja como romántica: producir la camiseta del Barça de forma independiente. En ese escenario, se valoró la producción interna bajo la histórica marca Meyba y una distribución apoyada por una firma externa, donde se mencionaron nombres como Hummel y, en menor medida, Kappa.
Finalmente, Laporta optó por la certeza de Nike. Factores decisivos fueron un atractivo bono de renovación de más de 150 millones de euros, la dificultad de romper el contrato con Nike sin enfrentar una multa, un ingreso anual promedio que alcanzará los 127 millones de euros (sumando el monto fijo y el prorrateo del bono inicial), y un mayor control sobre el e-commerce y las ventas de marca blanca. Para Nike, el valor estratégico del Barça Femení también fue clave; el exitoso equipo, con estrellas como Alexia Putellas y Salma Paralluelo, representa un potente activo tanto en el ámbito deportivo como social.
Pero prometo que este texto no va de números. La idea de un Barça vestido por Puma, con las tres franjas de Adidas en la manga, la icónica «M» de Meyba o los míticos omini de Kappa en su indumentaria ha disparado nuestra imaginación. Dejando de lado el sesgo habitual hacia lo nuevo y el césped siempre más verde del vecino, ¿cómo evaluamos los 26 años de trayectoria de Nike con el club? ¿De dónde proviene el malestar del Barça con su proveedor técnico? ¿Por qué se ha jugado aquí una partida de póker con las cartas a la vista? Intentemos responder estas preguntas clave.
1998-2006, romper con lo clásico
En 1998, Nike tomó el relevo de Kappa en la vestimenta azulgrana, una marca que había quedado ligada al Dream Team y a la innovación en camisetas. En ese momento, la firma de Oregón estaba en plena expansión, habiendo sumado a su lista de clubes patrocinados al PSG, el Dortmund y el Arsenal, y más tarde conquistando selecciones de gran nivel como Italia, Países Bajos y, como broche, Brasil. Su enfoque con el Barça fue sobrio, una estrategia que hoy parecería segura y ganadora —el aficionado actual valora la sencillez y prefiere diseños ultra clásicos—, aunque entonces representaba un riesgo. Hay que reconocer que Nike logró hacer olvidar a Kappa en sus primeros años, adoptando un estilo tradicional y minimalista. Esta etapa incluyó grandes éxitos, como la icónica camiseta del Centenario, las visitantes en tonos plateados y dorados de la época, y la memorable camiseta local de 2006, la última sin publicidad en la historia del club.
2006-2011, éxito deportivo y negocio asegurado
Le siguió un período sin grandes estridencias estilísticas, marcado por la colaboración sin fines de lucro con Unicef y culminado con la gloria deportiva del club. Está claro que los títulos y un estilo de juego atractivo son un impulso ideal para la visibilidad, popularidad y ventas de cualquier fabricante. Sin duda, Nike sale bien parada en términos de iconicidad, aunque no ofreciera, en mi opinión, equipaciones particularmente memorables a priori, es decir, antes de verlas en acción en el campo. Destaca, eso sí, la camiseta visitante celeste de 2007-09, quizás la mejor prenda alternativa de Nike para el Barça. Esta etapa de camisetas sencillas y efectivas cierra la primera mitad del patrocinio, un periodo de 13 años en el que no sería injusto calificar a la firma del Swoosh con un notable.
2011-2020, vanguardias incomprendidas
A continuación, vendría un prolongado bache estético cuyas consecuencias Nike aún sufre. Aunque hubo alguna excepción, como el notable trío de uniformes de la temporada 2014-15, los constantes experimentos en los diseños no convencieron ni a los aficionados ni a los espectadores neutrales. Las franjas de diferente grosor, los difuminados poco acertados, las rayas horizontales e incluso un diseño a cuadros terminaron por colmar la paciencia de muchos. Cabe señalar que la acumulación de experimentos no recae únicamente en el fabricante; los clubes también tienen la responsabilidad de filtrar y cuidar la sensibilidad de sus seguidores. Con un mercado cada vez más competitivo, surgió la percepción de que Nike no estaba a la altura del Barça. El amor por unos colores hace que las miradas se centren en quien produce ese trozo de tela, que muchas veces vale incluso más de lo que cuesta.
2020-2024, suena la música
Desde 2020, Nike ha afinado su enfoque y mejorado el diseño de sus camisetas. La actual «pasarelización» del fútbol favorece a cualquier marca, ya que con cuatro o cinco uniformes por temporada, es más fácil dar en el clavo en algún diseño. Dejando de lado estas dinámicas de mercado, Barça y Nike han perfeccionado la narrativa de sus lanzamientos, destacando el arraigo local del club sin perder de vista su impacto global. El acuerdo con Spotify generó un entusiasmo especial en la afición y un impulso de popularidad que también beneficia a Nike. Los patrocinios con artistas añaden atractivo y valor abstracto a la camiseta del Barça, y los modelos recientes han ganado en identidad y reconocimiento. La relación entre ambas partes parece fortalecerse. En retrospectiva, los 26 años de Nike con el Barça se pueden evaluar con una nota entre el bien y el notable.
El Barça ha adoptado una estrategia de comunicación agresiva, con un alto grado de transparencia que ha alimentado la rumorología. Un ejemplo fue desmentir oficialmente una filtración sobre el diseño del uniforme visitante (que, al final, resultó idéntico al rumor). Este gesto fue solo una de varias indirectas hacia Nike, como las reuniones, debidamente fotografiadas, con Puma, las cifras desorbitadas publicadas con precisión o las declaraciones de Laporta sobre «tener varias opciones, incluida la autoproducción». Han salido a la luz discrepancias relacionadas con el servicio, la personalización de la ropa y la flexibilidad en la producción, aunque el trasfondo económico siempre pareció la prioridad.
¿Qué revela la letra pequeña del contrato? El Barça ha negociado para obtener control total sobre el e-commerce internacional, lo cual aumentará los ingresos de BLM. La importancia de su propia marca sigue en alza, y el club ha asegurado la comercialización de prendas retro sin el logo de Nike, que hasta ahora estaba limitada a España. También ha pactado la posibilidad de lanzar su propia línea de calzado deportivo.
En términos económicos, el club ha ganado margen de maniobra, y estilísticamente, este «nuevo comienzo» es positivo para el Barça. Nike suele marcar tendencias en lugar de seguirlas, lo que implica que la elección de alguna camiseta disruptiva pueda generar incomodidad a corto plazo, pero resulta en un retorno de imagen favorable a largo plazo. Su apuesta por el fútbol femenino y su cercanía con la cultura urbana completan el acuerdo. Aunque las ideas de convertirse en un equipo insignia de otra marca o de autoproducir sus uniformes son opciones interesantes, no eran adecuadas para un Barça que, en este momento, necesita certezas económicas y, de paso, estéticas.